¿Seguís ahí?

Hola, ¿estáis por ahí? Mejor dicho, ¿seguís por ahí? Yo, nosotros, estamos, seguimos aquí, seguimos vivos. Aunque haga mucho que no escribo. No ha habido tiempo. Nuestra vida ha cambiado por completo y ahora, esta vez sí, de verdad, no como antes, no tenemos tiempo de nada. Y esta nueva vida nos obliga a estar ocupados de principio a fín del día (y parte de la noche). Pero no creáis que nos arrepentimos, ha sido nuestra elección y sabíamos que iba a ser así.

 

Tenemos negocio propio, hay que cuadrar las tardes con las extraescolares, hacer la compra, ocuparse de los mellizos… evidentemente, el blog no es prioritario. Lo sé, estáis muy tristes porque os gustaría que escribiera más, lo siento. Mamá está dedicada por completo a nuestro sueño, a la espera de que vaya tan bien que me pueda unir a ella. Y yo ocupado de niñero por las tardes. Cuando podemos nos echamos una mano el uno al otro, aunque no al cuello, tranquilos.

 

Para mí está siendo muy difícil sacar adelante algunas tardes. Los mellizos están empezando a querer hacer básicamente lo que les apetece, como es normal en niños de 20 meses. Se suben a las sillas y se ponen de pie en ellas, encienden  y apagan la tele, cogen el teléfono y se lo comen, tiran cosas, van a la cocina a coger la escoba y me la traen, desordenan la habitación de su hermana, se tiran en el suelo a llorar, pegan a su hermana y la tiran del pelo, quieren beber medio litro de agua del tirón y la acaban escupiendo, se muerden… Menos mal que su hermana mayor es un encanto y me echa una mano, aunque, en este caso, ella si quiera echársela a ellos al cuello alguna vez.

 

Sí, es agotador, hay días que cuando llega el momento de preparar la cena para esperar con ella en el plato a mamá me agobio, me enfado con el mundo y me dan ganas de tumbarme en la cama con tapones en los oídos y cerrar la puerta de la habitación. O de pegar cuatro gritos y que me oigan en todo el edificio (alguna vez se me escapa alguno). Pero entonces me acuerdo de que mamá lo tiene más difícil todavía. Ella apenas ve a los peques entre semana. Eso sí que tiene que estar siendo duro, pero mamá es una campeona y juntos podemos con todo.

 

Así que adelante.

Una decisión que puede arruinar tu día… bueno, no es para tanto

Hoy os voy a hablar de una decisión que tenemos que tomar muy a menudo y que puede convertir el día en un éxito o en un fracaso. Una de esas situaciones en que si decides bien, te sientes orgulloso de mismo, pero si decides mal, te hunde en la miseria. Hace unos meses os hablaba de las decisiones que tomamos en nuestra vida y de cómo cada uno tiene el poder de elegir lo que quiere hacer en cada momento. La decisión de la que os voy a hablar hoy es mucho más trascendente que todo lo que os contaba en esa entrada del blog.

 

Porque hay decisiones mal tomadas en la historia que seguro que han hecho a alguien darse cabezazos contra la pared. Que se lo digan a las doce editoriales que rechazaron a J. K. Rowling, la autora de Harry Potter. O a Mark Zuckerberg (sí, el de Facebook), que en 2009 pasó de Brian Acton y Jan Koum, los creadores de Whatsapp, para unos años depués pagar más de 17.000 millones de euros por la aplicación. No sigo con ejemplos irrelevantes como estos. Las decisiones que unos padres se ven obligados a tomar a diario son mucho más cruciales.

 

Me estoy refiriendo a ese momento en el que tu hijo (o hijos) tienen el pañal, digamos sobrecargado, y se acerca la hora de cenar e irse después a la cama. Y entonces te enfrentas al drama de tener que decidir. ¿Le pongo uno limpio ya, aunque sea para un rato? ¿O me espero un poco menos de ese rato y le pongo ya el de dormir? Ellos saben que estás con esa duda, por supuesto, y siembran la duda en tí mirándote de vez en cuando con cara de «en cuanto me lo cambies me voy a cagar». Difícil momento.

 

DIBUJOS AIMADOS DE BEBES

 

Si lo cambias y se cagan a los cinco minutos, mal. Has tirado un pañal. No es por el dinero, evidentemente, son unos pocos céntimos, pero la sensación de que te han vacilado no te la quita nadie y te cagas (tú también) en todo. Si te la juegas y no se lo cambias, y un rato despúes se les empieza a salir el pis, te cagas en todo también (esta vez tú solo).

 

Así que la próxima vez que nos encontremos en esta situación (seguramente mañana), volveremos a pensarlo un rato meticulosamente teniendo en cuenta la importancia de la decisión, o a jugarlo a cara o cruz, qué se yo…

Paternidad responsable

Un día quedas con unos amigos para ir a la piscina. Varios papás, varias mamás, y, por supuesto, varios niños y niñas que acompañan y de los que hay que estar pendientes. Llegado un momento, alguien propone echar un partidito de tenis y te animas. No eres Nadal precisamente, pero bueno, hacer un poco de deporte de año en año es bueno, o eso dicen. Un ratito de peloteo y al tema. Unas dobles faltas y unos cuantos reveses después, algo te empieza a intranquilizar. No sabes exactamente qué es, pero ya no estás a gusto. ¿Será que estás jugando tan bien que crees que has echado tu vida a perder por no haberte dedicado al tenis? ¿Se ha perdido el mundo del tenis un Manuel Orantes o un Andrés Gimeno de sólido servicio? ¿Habrías dejado la elegancia de Federer a la altura del betún?

 

Como sabes que no es nada de esto, sigues pensando en lo que te intranquiliza hasta que lo descubres. No estás a gusto porque estás preocupado. Mamá está sola con los mellizos. Bueno, no está sola, está con las otras mamás, pero sientes que deberías estar con ella, y con ellos. Que un tiempo de deporte, de hacer algo distinto, está muy bien, es genial, pero que tu sitio ha dejado de ser ese desde hace unos minutos, y deseas estar con mamá y con tus hijos. Ayudándola Compartiendo con ella carreras si no paran, o jugando con ellos, lo que sea que toca en ese momento. Porque está bien ser tenista por unos minutos, pero, ante todo, eres padre.

 

Al día siguiente, mientras piensas en escribir una entrada del blog sobre ello, te das cuenta de que ese sentimiento, lo podemos llamar de responsabilidad, te acompaña más veces de las que crees. Lo mejor de todo es que la mayoría de las veces no te das cuenta de que te hace actuar de forma responsable con tu familia. Sí, esto es lo mejor, no darse cuenta. Porque esto quiere decir que ese comportamiento lo tienes como un hábito, no tienes que esforzarte para conseguirlo. En muchas ocasiones no hace falta que te propongas estar pendiente de que mamá y los niños estén bien, o al menos hacer todo lo que esté en tu mano porque lo estén, te sale solo.

 

Hace años, cuando ni siquiera teníamos hijos, alguien muy querido para nosotros nos habló de la paternidad responsable. Aunque no se refería a esto, es una buena forma de llamarlo. Creo que, a toda madre y padre le llega un momento, antes o después, en el que pasa a ejercerla. ¿A ti ya te ha llegado?

 

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Cómo sentirte feliz el día que vuelves a trabajar

Se acabó la excedencia y me ha tocado volver al trabajo. Nuevo horario, nuevo departamento, y nueva gente con la que tratar a diario y trabajar. Han sido 39 días en los que he desconectado, del todo. Además, en casa, con los niños y con mamá, se está muy bien, pero lo bueno se acaba.

 

Yo me esperaba un día difícil, muy difícil. No suelo llevar bien los cambios, salir de mi zona de confort, aunque creo que a la larga me va a venir bien. Esto en cuanto al trabajo. Luego está la parte que nada tiene que ver con él. Toca volver a poner el despertador para levantarse por la mañana, y no me gusta porque prefiero levantarme cuando los mellizos reclaman su desayuno. Y toca irme con ellos y dejarlos en la guardería. Creo que, al menos el primer día, uno de ellos me ha odiado por ello, aunque solamente sea un ratito. Su mirada me lo ha dejado muy claro.

 

He recordado mis tiempos de estudiante de Química y lo mal que lo pasaba cuando tenía exámenes. El día que tocaba, era horrible la espera. Hasta que estaba a la puerta. A partir de ahí, relajación y que sea lo que Dios quiera. Hoy ha sido igual. Los nervios, hasta la puerta, luego tranquilidad y a por ello de la mejor forma posible. Si además, al poco de llegar, te regalan chocolate (chicas no os preocupéis, las frases que le acompañaban me han gustado más todavía), la cosa va mejor todavía. Por cierto, estaba buenísimo.

 

Papá comiendo chocolate

 

La conciliación es un gran invento. Salir de trabajar a tiempo de poder llegar a casa a comer (a una hora medianamente normal) y tener toda la tarde libre es gloria pura. Algo me habían comentado pero ahora que lo he comprobado, lo confirmo. No me lo podía creer de camino al coche. Era tan pronto…

 

Pero lo mejor de todo estaba por llegar. Aunque eche de menos a mis compañeros, aunque haya tenido que salir de mi zona de confort, aunque haya tenido que poner el despertador, aunque mi hijo me haya odiado, aunque haya estado nervioso… me siento feliz. Feliz porque puedo comer con mamá todos los días (recordando chascarrillos de hace mil años que nos hacen reir juntos), feliz porque he estado más activo toda la tarde y he hecho más cosas sin estar cansado, feliz porque he tenido más ganas de jugar con mis hijos, feliz porque todo esto puede pasar todos los días, no solo los que no trabaje. Y yo preocupado porque el día iba a ser complicado…

 

Y ya, para rematar, los mellizos han visto el tren por primera vez (sí, es un tren aunque parezca una tuberia gigante) ¡y lo han flipao!

 

Mellizos viendo tren

 

 

 

 

Pasa más tiempo con tus hijos

Pasa más tiempo con tus hijos, haz lo imposible pasar más tiempo con ellos. Se que parece difícil pero siempre se puede más. Pasa más tiempo con ellos hasta que puedas estar convencido de que ya juegas, hablas y ríes con ellos lo suficiente y entonces, juega, habla y ríe con ellos más todavía. Porque llegará un momento en el que se harán mayores, y no me refiero a esa etapa en la que ya no querrán ir de vacaciones con papá y mamá. Me refiero a que crecen muy rápido, tan rápido que en cada momento te da tiempo a echar de menos la etapa anterior, por difícil que te parezca. Así que, pasa más tiempo con ellos.

 

Concilia. Reduce jornada, pide excedencia en verano, cambia de trabajo… Busca las opciones, tus opciones. Esto no es cosa solamente de madres. Tú eres su padre, tú decides si quieres ser alguien que en sus ratos libres es papá, o ser un papá que en sus ratos libres (si ellos o tú permitís que los haya) hace otras cosas. Sí, ya lo se, la conciliación cuesta dinero. Una vez más, tú decides en qué gastarlo, seguro que hay gastos menos importantes que ese tiempo que dedicarías a ser papá. Concilia como puedas.

 

Y puestos a decidir, decide si quieres entrar a la consulta del pediatra con tus hijos o esperar fuera mientras entra mamá; decide si llevas y vas a buscar a tus hijos al colegio o a la guardería o va mamá; decide si quieres bajar al parque con tus hijos o baja mamá… Si decides mal, puede que cuando quieras hacer todas estas cosas, ellos ya no quieran hacerlas contigo. Así que decide bien, hay mucho en juego.

 

Siempre hay una manera para conseguir pasar más tiempo con tus hijos. Puede que no sea todo el que a ellos les gustaría, pero siempre se puede, al menos, un poquito más. Y aunque parezca raro, incluso hay papás que son papás a tiempo completo. Si no consigues ser uno de ellos, te tendrás que conformar con salir antes de trabajar o tener un mes entero en verano en el que poder elegir (sí, otra vez elegir) ir a la piscina o aburrirte en casa porque hace demasiado calor para poder salir.

 

Más tiempo con hijos segunda

 

Y una vez que hayas probado a pasar más tiempo con tus hijos, querrás más y más. Siempre te parecerá poco. A veces estarás cansado, o malhumorado o harto de cambiar pañales o limpiar mocos… Incluso puede que eches de menos tener más tiempo para tí, para salir a correr, para escuchar música, o para escribir en tu blog. Pero, créeme, sería peor leer esto dentro de unos años y pensar «tenía que haber hecho caso a este chico».

 

Por cierto, por si no te lo había dicho, pasa más tiempo con tus hijos.

 

 

 

Cuanto antes mejor…

Puede que llegue un momento en el que te arrepientas de no haber sido padre antes. Con cada año que pasa, todo cuesta más. Y puede que lo que en su momento veías como impedimentos para tener hijos, ahora te parezcan gilipolleces. Si realmente no quieres ser padre o madre, siempre vas a encontrar un motivo. Siempre tendrás una razón para decidir “todavía no”.

Por si no lo sabes, en España cada vez “dejamos” lo de ser padres para más tarde. Tardamos más en tener hijos, además de tener menos. En 1975 la media de edad de una madre primeriza era de 25 años. Actualmente es de 30. Nuestros padres subieron la media de edad en su momento y nosotros la hemos subido en el nuestro. Ahora queremos “disfrutar” un poco antes de tener hijos (salir, viajar…), y, sobre todo, tener una estabilidad (¿de verdad esto se consigue en algún momento?) antes de formar una familia. Pero no nos paramos a pensar en otros factores. No pensamos que más tarde puede implicar más difícil, o incluso imposible.

Y entonces te enteras de que, con los años, baja a un ritmo bastante alto la probabilidad de conseguir un embarazo. Y esto afecta no sólo a conseguirlo forma natural. Las técnicas de reproducción asistida también pierden eficacia. Te puedes encontrar con que quieras tener hijos y ya no puedas.

Te enteras también de que el cuerpo de la mujer sabe (es muy listo) que, a determinada edad, se le están acabando las oportunidades de ser madre. Y como quiere serlo la mayor cantidad de veces posible, aumenta las posibilidades de tener un embarazo múltiple. Aunque no seremos nosotros quienes digamos que tener mellizos es malo…

Además te das cuenta de que no es lo mismo tener que ir a trabajar después de una mala noche con 25 años que con 35. El cansancio y el sueño no se llevan igual. Igual que no es lo mismo doblar la espalda cuando tus hijos están aprendiendo a andar, o subir unas escaleras con ellos en brazos. El cuerpo (que, insisto, es muy listo) lo nota. 

Y llegas a un momento de tu vida en el que piensas que tener hijos es maravilloso, que porqué no lo habrás empezado a disfrutar antes, y que has perdido unos años preciosos. Porque esto no es como llegar tarde al cine, o a una cita con tu novia de la uni. Ni siquiera como llegar tarde al trabajo. Aquí, el tiempo perdido, es perdido del todo, no se recupera.

Para este Día del Padre me pido…

Para este Día del Padre me pido que me critiquen a mi también. También hago cosas mal. También soy un mal padre, a veces. Reivindico mi derecho a que me lo digan. Quiero que me pregunten por qué hago ésto o dejo de hacer lo otro. Tengo derecho a que se cuestione mi paternidad igual que se cuestiona la maternidad tantas veces. Porque los papás no somos perfectos. También tenemos obligaciones con nuestros hijos, que deberían ser las mismas (al menos en cantidad) que las de las mamás. Y si no cumplo con ellas, quiero que me den caña. Aunque claro, para eso, la sociedad, incluidos otros papás, deben darse cuenta de que tienen esas obligaciones. Parece que los papás tenemos derecho a todo, es como si la cosa no fuera con nosotros. Sin embargo, en el otro extremo, hay hordas de supuestas buenasmadres esperando a supuestas malasmadres para saltar a la menor.

Y como muestra un botón. Parece ser que si mamá quiere celebrar con papá que acaban de ser justo eso, mamá y papá, teniendo una cena a solas y dejando a su recién nacida unas horas con sus abuelos, es una malamadre. Que se lo pregunten a Soraya Arnelas. Al papá nadie le dice nada. Él sí debe tener derecho a celebrarlo, o a darse un respiro. La pobre Soraya ha sufrido las hordas de buenasmadres, que la han puesto a caldo en las redes sociales. Así estamos. Personalmente defiendo lo que ha hecho, no creo que le haya hecho ningún mal a su hija, que seguramente ni se haya enterado, Soraya y el papá han tenido su rato a solas (nadie sabe cuánto lo podían necesitar, así que no juzguemos), y los abuelos seguramente tan contentos con su nieto. Insisto, no veo el problema.

Bueno sí, volviendo al tema inicial veo uno, y gordo. Los papás no podemos ni debemos ser sombras para nuestros hijos. 

Ni ellos, ni las mamás, ni, por supuesto, nosotros, nos lo podemos permitir. No puede ser que nos dediquemos solamente a las tareas «agradables» con nuestros hijos y dejemos todo el mogollón a las mamás. Qué aparezcamos cuando haya algo que nos apetece hacer y cuando no, adiós muy buenas. Y creedme, esto pasa.

Y como no soy, ni quiero, ser así. Yo, para este Día del Padre, me pido mi parte. La buena y también la mala. Me pido jugar, pasear, ver una película… Pero también me pido ir al pediatra, cambiar pañales, dar la comida… Me pido ser PADRE. Y cada vez somos más los que lo hacemos. ¿Te apuntas?

Los asombrosos superpoderes de los superpadres: oído selectivo y olfato detector

Los padres y las madres tenemos superpoderes. Estamos dotados de unas cualidades especiales que nos permiten salir victoriosos de la lucha que es la vida diaria. Y no me refiero a algo parecido a lo que tiene el puto amo amigo Bruce Willis en «El Protegido» (gran película, por cierto). Esto no va de ser un superhéroe que lucha contra los malos. Los nuestros son unos superpoderes más de andar por casa. Hoy os voy a hablar de dos.
Oído selectivo
El oído selectivo permite a quien lo posee dormir tranquilamente por las noches, a pierna suelta diría yo. No puede haber preocupación que nos impida caer en los brazos de Morfeo ni que perturbe nuestro sueño. ¿Por qué? Porque en cuanto uno de los habitantes infantiles de la casa haga el más mínimo ruido indicativo de que algo va mal en su soñar, el oído selectivo lo detecta, automáticamente nos despierta y nos pone alerta. En ese mismo momento ponemos los ojos como platos (para oír mejor todavía, claro), y, si hace falta, salimos de la cama disparados. ¿Qué tiene esto de selectivo?, os preguntaréis. Pues que no todos los sonidos tienen el mismo efecto. Mamá puede decirme varias veces que estoy roncando y no me entero. Oído selectivo.

 

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Otra ventaja de este superpoder es la capacidad de distinguir a nuestros retoños entre una gran multitud de niños y niñas. Puede llorar un niño, pueden llorar diez, pueden llorar todos los que haya… El oído selectivo permite identificar y localizar a nuestro hijo entre todos los demás. En este caso, aporta tranquilidad. Podemos estar seguros, por ejemplo, en un parque, en un cumpleaños… Si el oído selectivo no nos da la señal de alerta, a nuestro hijo no le pasa nada, no hay de qué preocuparse. Es el hijo de otro, que tendrá oído selectivo también y acudirá en su ayuda.
Olfato detector
Los bebes se hacen caca. Y las cacas huelen, claro. Pero no todas huelen igual. Unas mejor, otras peor. Unas huelen más dulzonas que otras. Unas huelen más fuerte que otras. Hay un sinfín de matices. Y los padres y las madres los sabemos detectar. Se llama olfato detector.
En una habitación cualquiera, en una casa cualquiera, con unos niños cualquiera, sabemos si alguien se ha hecho caca. Aunque sea una caca pequeñita, la detectamos.

 

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Y luego está la parte selectiva, como con el oído. Si el que se ha hecho caca es nuestro hijo, también lo sabemos distinguir. Yo no siempre llego a tanto, pero hay veces que sé si se ha hecho caca un mellizo u otro. Sus cacas no huelen igual.

 

Seguro que hay más, pero estos dos superpoderes son básicos. Y todos los papás y mamás los tenemos. ¿Cuáles son los vuestros?

Ampliación del permiso de paternidad

 

Vaya, por fin. Se amplía el permiso de paternidad a cuatro semanas. Ya era hora. Desde 2009 que llevaban con ello… Ya está bien. Supongo que era una ley (o lo que sea, me da igual), muy difícil de modificar. Tanto, que han estado 8 años cambiándola.

A partir del uno de enero, todos los papás tendrán sus cuatro semanas. Dos semanas más para disfrutar de los primeros días de vida de su hijo. Es algo que agradecerán también las mamás. Porque quedarse sola, sobre todo si es tu primer hijo, seguro que da bastante miedo.

Yo no tuve esa suerte. En mis trece días de permiso por nuestra primera hija, apenas tuve tiempo para ayudar un poco a mamá a que se acostumbrara a nuestra nueva vida. Poco más. Se acabó y a volver a trabajar. Y ahí se quedó. Sola. Con una vida a su cargo. Con los mellizos el permiso fue un poco más largo, 24 días, pero insuficiente también. Pasar de uno a tres cambia la vida demasiado como para acostumbrarse en tan poco tiempo.

Si hubiera tenido dos semanas más, me habría dado tiempo a hacer muchas cosas. Habría tenido 14 noches más para estar yo pendiente si se despertaban. Con los mellizos, habría cambiado unos 40 pañales y habría dado unos 30 biberones más. Pero sobre todo, mamá habría tenido más tiempo para que quedarse sola no fuera tan difícil.
Yo no se de quien ha dependido que esto no se haya hecho antes. Ni si tiene hijos o no. Ni si los ha tenido en estos 8 años. Pero esto ha ido en contra de todos. Bueno, de casi todos. Los beneficiados por el retraso han sido los de siempre.

Y resulta que a los políticos se les llena la boca cuando hablan de igualdad. De paridad. Hasta tenemos una ley que obliga a que haya casi (mínimo el 40%) el mismo numero de candidatos de cada sexo en las listas electorales. Esto es igualdad, parece ser. En cambio, cuando un hijo nace, cargamos casi con toda la responsabilidad a las mujeres. Porque tener un permiso de 16 semanas frente a uno de 4 no es un privilegio para ellas. Es más una carga. Y si no, que se lo pregunten a cualquier mamá el primer día que se queda en casa «sola».
Supongo que con este aumento se cierra, por parte de quien tiene capacidad de decidir, cualquier debate sobre esto. Lamentable. Llega tarde y sigue siendo insuficiente.

 

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Las piedras del camino

 

Se que te preocupa el futuro. Y se que será difícil. Formar una familia lo es. Cuidarla, sentirla, vivirla y mantenerla como queremos, más todavía. Sería más sencillo dejarse llevar, que las cosas pasen por nosotros en lugar de nosotros por ellas, pero no sabemos hacer eso, sobre todo tú. No al menos con nuestra familia. Así que sigamos nuestro camino con fuerza. Esta tarea la necesita. Necesita fuerza, pasión, alegría, calma, constancia. Necesita que cuando la cosa se ponga fea, al menos uno de los dos, le de una patada al miedo y al cansancio y tire palante. El otro le seguirá. Seguro.

El otro día oyendo la música que le poníamos a la nena para dormir cuando empezó a hacerlo sola, empecé a ser consciente de lo rápido que pasa esto. De lo rápido que pasa todo. De lo rápido que se van los días, los meses, los años. Y de que no sirve preocuparse y perder ese tiempo. Tenemos que saber disfrutarlo. Por supuesto que no en todos los momentos tendremos fuerzas para sacar una sonrisa. Pero sí de todos los momentos se puede aprender. Si lo hacemos, será más fácil. Y cuando haya una rabieta o un mal día, sabremos que después, habrá alegría y sonrisas. Antes o después. Recuerda, todo, hasta lo malo, pasa tan rápido…

Es un camino con muchas piedras y nunca se acaba. Y nunca va a ser fácil. Formar una familia no puede serlo. Nos hemos empeñado y lo estamos consiguiendo. Poco a poco. O mucho a mucho. Hemos pasado de tres a cinco de golpe, y eso cuesta. Y, aunque a veces no lo parezca, avanzamos. Lo que hoy nos parece que está parado o va demasiado despacio, pronto lo veremos hecho. Sin darnos cuenta. Pero, sin darnos cuenta también, habrá salido de nosotros.  Y estaremos cansados. Tan cansados que nos parecerá que no podemos más. Aunque, créeme, podremos, como siempre cuando estamos juntos.

 

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Porque será jodido tener piedras. Sobre todo si son grandes. Enormes. De esas que no sabes si es peor saltarlas o rodearlas. Que incluso te hacen pensar si no habría sido mejor ir por otro camino. Por el que tiene piedras pequeñas, de las que se pueden pisar y seguir adelante. Y será jodido que duelan los pies, y no poder seguir el camino en condiciones. Entonces habrá que seguirlo como podamos, pero siempre juntos, de la mano. Ven, dame tu mano, sigamos adelante.