Malditos globos

Un globo, dos globos, tres globos… ¡y una mierda! Odio los globos, desde ya lo digo. ¿Qué aportan al mundo? ¿Cuál es su función? Ya os la digo yo: hacer llorar a los niños, y hacer la vida imposible a sus padres.

 

Bueno, igual estoy exagerando un poco, pero amarlos, no los amo.

 

A  lo mejor es porque tengo una especie de trauma o algo parecido. Siendo pequeño, de vacaciones en Asturias, recuerdo que me compraron un globo. Y yo todo feliz con él, hasta que se me escapó. Y se fué volando al cielo mientras yo lloraba… Mi abuelo y un amigo suyo tuvieron a bien (lo que no hagan los abuelos…) llevarme a ver si lo encontrábamos, pero no, subió y no volvió a bajar. Así que me quedé sin globo.

 

Y desde entonces debía de tener un odio oculto a los dichosos globitos que ha aparecido ahora, no sé por qué. El caso es que he decidido que los odio. Y mucho. Quien vuelva a regalarles globos a mis hijos puede tener un serio problema conmigo.

 

Cuando recojo a los mellizos en la guardería y salen cada uno con un globito porque ha habido cumpleaños o alguna fiesta, me cago en todo. Porque tengo que ir hasta el coche con ellos, andando, y con los globitos. Y los tiran al suelo. Y se les escapan. Y se van detrás de ellos. Por supuesto, no en la misma dirección los dos. Luego, cuando tengo que subir las escaleras desde el garaje al portal es peor todavía, con los dos en brazos y los globos apretándose contra mi cara, y temiendo que se les caiga alguno justo antes de llegar arriba y tener que volver a bajar a buscarlo.

 

¿Os he dicho que odio los globos?

 

Malditos globos

 

Estar en casa con globos tampoco es mejor. Los tiran a sitios donde no pueden volver a cogerlos y hay que dárselos una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Y puede ser que todos quieran el mismo a la vez. Si se pelean y lloran no pasa nada, porque lo peor está todavía por llegar, cuando se explotan. Qué emoción hay en sus caras con el ¡PUM!, vaya fiestón.

 

Así que no queda otra que olvidarlos en el coche por error o hacerles un pequeño agujero, sin querer también, claro, para que mueran lentamente.

 

Sé que alguien lo estará pensando, pero no, no estoy siendo demasiado duro con los globos. De verdad, al que le regale globos a mis hijos me lo cargo.