Inventos sin inventar

 

En un rato que he tenido, me he puesto a pensar. Está todo inventado, ¿no? Pues no. Ni mucho menos. Faltan muchos inventos que harían la vida de los padres y madres a lo largo y ancho del mundo mucho más fácil y llevadera. Hay cosas que se echan en falta. O que no se echan, pero que si existieran… Vamos a ver unos pocos ejemplos.

 

Botón de dormir

Todos los niños deberían traer incorporado un botón que, al tocarlo, hiciera que se durmieran al momento. Imaginemos situaciones en las se podría aprovechar: cuando se despiertan a las tres de la mañana y no hay manera de que se vuelvan a dormir, cuando se quieren levantar para ver los dibujos bien temprano en fin de semana, cuando no se quieren echar la rica siesta veraniega (que todos agradecemos)…

 

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Avisador de «voy a cagar pero ya»

A quien no le ha pasado que acaba de cambiar el pañal y… a volver a cambiarlo. ¿A que j…? Pues puede pasar algo todavía peor. Puedes estar cambiando un pañal de pis tranquilamente y de repente venir todo lo gordo, a presión, sin avisar. Y te pone perdido, de arriba a abajo. Os aseguro que me ha pasado y no es nada agradable, aunque con el tiempo te ríes mucho recordándolo, sobre todo quien fue solamente espectador. La foto de esto me la guardo.

 

Indicador de hambre

Otra vez a tirar medio biberón. Pasa, ¿verdad?. Estaría bien saber cuánto van a comer nuestros hijos antes de prepararlo. Sería genial saber si van a tomar un biberón de 120, de 240, o si tengo que darle detrás un bocata de chorizo, postre, café, copa y puro.

 

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Regulador de volumen

Si has tenido la suerte (mala, por supuesto) de tener un hijo que llora a tal volumen que le pueden oír dos pisos mas abajo, me entiendes. No hay término medio, el llanto es el mismo si se despierta de repente por un ruido, si tiene gases y le molestan, o si le duele la garganta. Siempre parece que le están matando. Los vecinos deben pensar lo peor (de los padres, claro)…

 

Y, por supuesto, EL INVENTO DEFINITIVO. Un artefacto que solucionaría de un plumazo los problemas de los padres y madres con los bebés. Un traductor de bebes, como el que inventó Tito Herb. Ese sí que sería el mejor invento de la historia, sin duda.

 

 

¿Echáis en falta algún invento más? ¿Qué se os ocurre?

 

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Huevos y queso

 

Un día cualquiera, están Julia, mamá y papá viendo la tele por la tarde. Hay un programa de una pastelería que hace tartas por encargo, temáticas. A Julia le encanta (aunque no tanto como el de vestidos de novia). Y en esto que, al ver como hacen una de las tratas, va y me pregunta que si me gustan los huevos. Y pienso: «ya la hemos liao». Porque papá no se ha comido un huevo frito en su vida, ni se lo comerá. Y cocido tampoco. Y a ver como sale papá de esta sin mentir a la niña. Y papá decide decir lo que sí le gusta en lugar de decir lo que no le gusta. Aunque, al final, no es suficiente, y la verdad sale a la luz.
– Papá, ¿a ti te gustan los huevos?
– En tortilla están muy buenos
– ¿Y sin patatas ni nada?
– Hombre, pues no. Un huevo frito no me gusta
– Buagh, un huevo frito…
Por lo menos no llegó a saber que JAMÁS he probado un huevo frito. Es superior a mis fuerzas. Pero claro, a ella le decimos (supongo que como todos), que hay que probar las comidas antes de decir «eso no me gusta».

 

Se supone que los niños deben comer de todo. Y deben probar de todo. Pero no siempre es tan fácil. Puede que a papá no le gusten los huevos, y puede que a mamá no le guste el queso. Ningún queso. Ni nada que haya tocado queso. Cada uno tenemos lo nuestro. Ni papá ni mamá somos de comer de todo precisamente. Y también tuvimos lo nuestro cuando eramos niños. Yo, por ejemplo, tenía pavor a una de mis tías porque siempre me hacía probar algo nuevo (la miel y el melón dan fe). No sufrí ningún trauma, pero no lo recuerdo agradablemente (la miel en contadas ocasiones y el melón no lo como). Y no sirvió de nada.

 

Así que la solución es relativamente sencilla. Mamá come huevos fritos y se los da a probar a Julia, mientras papá come una tortilla. Y papá come un cachito de queso y se lo da a probar a Julia, mientras mamá come otra cosa. Sí, ya se lo que estáis pensando. No podemos comer pizza. Pues sí. La hacemos casera, la mitad con queso y la mitad sin queso. Por cierto, Julia, aunque le gusta bastante el queso, la prefiere sin.

 

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¿Que comidas odiáis? ¿Cómo hacéis para que las coman vuestros peques?

 

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Ahorrar, ahorrar y ahorrar

 

Ahorrar, ahorrar y después volver a ahorrar. El inicio del curso puede ser una de las épocas del año más críticas para las familias con hijos en edad escolar. Y claro, no es lo mismo tener un hijo, que tener tres, que tener cinco. A más hijos, más gastos. Aunque con tres hijos no se gasta el triple, intentas reducir gastos, y hay cosas que dejas de hacer y cosas en las que no «picas». Nosotros intentamos ahorrar con el comienzo del curso, pero sin hacer locuras, hay cosas en las que creemos que no se debe escatimar y cosas que son estudiables. Desde Madresfera nos han preguntado por nuestros tres trucos para ahorrar en el comienzo del curso, y son estos.

 

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Agrandar uniformes

Los uniformes de los colegios son realmente caros. Todavía no tengo claro porque un pantalón y un polo, o un chándal, cuestan el doble que otro pantalón y otro polo, u otro chándal que no sean de uniforme. Mientras encontramos respuesta a esta pregunta, intentamos sacar de dos uniformes, tres. Como los niños crecen, tienen esa costumbre, de un curso para otro se les queda pequeño. En lugar de comprar un uniforme nuevo, podemos «ampliar» el del curso anterior. Por ejemplo, el chándal tiene en la cintura del pantalón un trozo cosido para la goma. Se puede descoser y volver a coserlo después con un trozo más pequeño. Igual con un par de centímetros que ganamos tenemos para todo el curso. En las mangas de la chaqueta se puede hacer igual. Ahorro estimado: en nuestro caso el coste de dos chándals, 80 €.

 

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Aprovechar las ayudas oficiales

Si tienes suerte, mucha suerte, vivirás en una comunidad autónoma con libros de texto gratuitos. Sí, las hay. Si no es así, siempre puedes solicitar ayudas para que te devuelvan, al menos, una parte de lo que supongan. También hay ayudas para el material escolar (pinturas, tijeras, cuadernos, etc.). Además, puedes aprovechar otras ayudas para, por ejemplo, el desplazamiento (ayudas para el transporte urbano). Nosotros vamos a solicitar la de material escolar y cuando tengamos que ir a alguna actividad extraescolar, iremos en el bus, que lo tenemos a tres céntimos el viaje. Ahorro estimado: hasta 50 € en material escolar y bastante más en gasolina.

 

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Elegir los regalos

¿Tenéis juguetes en casa? ¿Y a que os regalan más todavía en los cumpleaños de los peques? Pues otra forma de ahorrar es pedirle a la gente con la que se tiene confianza que regalen algo necesario. Seguro que el abrigo del año pasado se ha quedado pequeño… ¡Pídelo! O, ¿por qué no?, seguro que los abuelos están encantados de regalarle a su nieto una actividad extraescolar. No se trata de echarle cara ni abusar, si no de ser prácticos, todos. A lo mejor hay quien lo agradece porque no sabe qué regalo hacer. Ahorro estimado: en nuestro caso, un par de meses de extraescolares y un abrigo, unos 100  €.

 

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En total, con estos tres trucos, nosotros nos hemos ahorrado más de 200 €, que, bien aprovechados, pueden dar para mucho.

 

¿Qué os parecen estos trucos? ¿Algún otro que tengáis?

 

 

Conversaciones con una niña de casi cuatros años

Este verano hemos tenido unas conversaciones muy divertidas. Estos son unos ejemplos, para que os riáis.

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Cuando estuvimos en Asturias de vacaciones no hizo muy buen tiempo. La verdad es que hizo muy mal tiempo. Llovió e hizo bastante frío. Y un día:
– Papá, todavía no hemos montado en esos columpios.
– Es que, como ha llovido, están mojados.
– Pero no pasa nada porque así se refresca un poco el culito y eso está muy bien.

Un día, en casa, con los mellizos, se le cae el chupete a Pablo al suelo y le dice el yayo:
– Déjamelo Julia, que lo voy a lavar.
– No yayo, voy yo.
– Y ¿dónde lo vas a lavar?
– Pues en el baño, no va a ser en la habitación…

Los paseos nocturnos veraniegos de después de cenar han dado mucho juego. Hemos visto muchos hormigueros y a las hormiguitas trabajando:
– Mira Julia, ahí está el hormiguero. Las hormigas trabajan metiendo dentro la comida para cuando llegue el invierno Y no tengan que comer.
– ¿Tienen nevera?

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Unos días después, volvemos a pasar por el mismo hormiguero:
– ¿Ves nena? Siguen trabajando guardando comida para el invierno.
– Pero no veo la nevera…

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Aunque ya ha ganado mucho en autonomía, a veces cuesta un poco. Un día, cuando tenía ganas de hacer pis:
– Tengo ganas de hacer piiiiiiiis.
– Pues venga, ve al baño.
– Pero quiero que vengas conmigo…
– No puedo ahora, nena. Además, antes fuiste ya tú sola, que ya eres mayor.
– Jo, ¡siempre tengo que hacerlo todo yo sola!

Y un día cualquiera, sin razón alguna, de repente:
– ¿Sabes algo?
– No Julia, ¿qué?
– Yo me se chupar un pie.
– Yo también pero no me los chupo porque saben a pinrel.
– Los míos no.
– Anda, qué bien.
– Es que si te los chupas dos veces, ya no saben.

Al lado de su cama tiene una botella de agua por si tiene sed por la noche. Al ir a la cama va y dice:
-¿Sabes?
-Dime, Julia
-Que sólo he bebido un poco de agua porque tenía media sed, no mucha sed…

Seguro que vuestros peques tienen cosas parecidas. ¿Nos contáis alguna?

Fuegos artificiales y conciliación

Me encantan los fuegos artificiales. Sobre todo, verlos con mi hija. Supongo que nos pasa a todos los padres igual. ¿A qué niño no le gustan? Se quedan embobados, con unas caritas, da gusto verles… Por eso, que haya fuegos artificiales en las ferias y fiestas de Salamanca, me gusta. Y que los haya dos días, me gusta más. Pero claro, según el día y la hora. A las diez de la noche un jueves, con cole al día siguiente, creo que no es la mejor opción. Pueden ser un rato antes, ya es de noche. O incluso mejor, otro día que no haya que madrugar al día siguiente.

 

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Creo que iremos a verlos. Cenamos antes de ir, los vemos cerca de casa, y volvemos prontito. Con un poco de suerte, antes de las once en la cama. Aunque puede que la nena venga un poco acelerada de la emoción y le cueste dormirse. Como se duerma demasiado tarde… Hay que levantarse a las siete y media para ir al cole. Dormiría muy poco… Y luego despertarla al día siguiente es imposible. Mejor no vamos. Nos quedamos en casita, cenamos pronto y nos vamos a la cama, que al día siguiente hay que madrugar. Aunque como la nena se despierte con los fuegos artificiales y empiece a preguntar por el ruido y a ponerse nerviosa, puede ser peor todavía. Venga mejor vamos a verlos. Bueno, no. Y entonces te acuerdas del señor alcalde de Salamanca, del concejal de ferias y festejos, y de toda la corporación municipal. Y no para bien, claro.

 

No sé de quién es la cabeza que ha parido tal idea, pero no creo que tenga hijos, y si los tiene, no los levanta al día siguiente para ir al cole. Yo entiendo que son como cierre de fiestas, pero no creo que pasara nada por hacerlos al día siguiente, o un poquito más pronto, con media hora ya cambia mucho la cosa. En cualquier caso, los años anteriores no ha habido fuegos artificiales el último día y no creo que haya sido un problema.

 

Ahora está muy de moda el tema de la conciliación, y es por algo. Pero no es sólo cuestión de que los horarios de trabajo faciliten la vida familiar, que también, es cuestión de que toda la sociedad se conciencie de la importancia que tiene la familia y de cosas como esta. Aunque parezca una tontería, hay cosas que les encantan a los niños, que no se pueden poner a según qué horas, sencillamente porque los niños no pueden ir. Supongo que el señor alcalde de Salamanca, el concejal de ferias y festejos, y toda la corporación municipal no han pensado en esto. Como tantos y tantos políticos. Una vez más.

 

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