6 cosas que han cambiado

Hay cosas que cambian cuando tienes la suerte de ser padre. Cosas que, durante mucho tiempo, o quién sabe si ya para siempre, no volverán a ser igual. Y no me refiero a que los niños te llamen «señor», eso ya hace mucho tiempo que empezó a pasar. Os cuento cinco que a mí me «duelen»un poquito.

 

Ver fútbol, deportes, series
Yo no era un apasionado de la televisión, pero sí que me gustaba ver algunas cosas. Series, películas y deportes (fútbol u otros), es lo que solía ver. Si podía ver un partido de fútbol, pues mejor. Pero si jugaba ESPAÑA, el mundo se paraba. Se hacía lo que fuera por estar viendo el partido a su hora, incluso un ratito antes para concentrarse.
En unos días empieza la Eurocopa, y me temo que no va a ser tan fácil… Momentos como este va a ser muy difícil que los pueda ver en directo, y gritar como grité más todavía.

 

 
Las series han sido desechadas, imposible seguir algo durante semanas y semanas, aunque lo puedas descargar. Con las películas pasa algo parecido. Dos horas seguidas tranquilas imposible.
Aunque puedo decir que he visto algunos capítulos de Josefa la Cerda como una docena de veces.

 

Fútbol

 

 

Paseos de la mano

Antes de ser mamá y papá, mamá y papá podían salir de paseo solitos, ir de la mano, comerse un helado (de chocolate, por supuesto) tranquilamente en un banco, etc.

Ahora nuestras manos tienen ocupante, o un carrito que llevar. Y lo de estar solitos… Cuando lo conseguimos es a última hora de la noche, agotados por supuesto, y no todos los días.

 

Paseo

 

Dormir hasta las tantas
Ay que recuerdos… No poner el despertador los fines de semana y levantarte a las diez o las once. O incluso, esto sí que era gloria bendita, levantarte, desayunar, y volver a la cama otro rato.
Ahora, raro es el sábado o domingo que pasamos de las nueve. Imposible más tarde. Y da igual en sueño que tenga. Manda lo que manda.

 

Comer chocolate
Lo reconozco, soy adicto al chocolate. Y si es negro mejor. Antes lo podía comer cuando quisiera, como si era un helado en pleno mes de diciembre. Y merendar nocilla. Y una trufa a media mañana porque me daba la gana…
Ahora hay que tener cuidado. Los niños lo quieren probar todo. Y enseguida dicen que porqué tu sí puedes y ellos no. Probar, aunque solo fuera un cachito, de todo el chocolate que se comería su padre no puede ser bueno. Pero si tengo tabletas de chocolate en casa sin empezar… Impensable hace tiempo.

 

Chocolate

 

Escuchar música
Antes me pasaba ratos escuchando música, aunque fuera mientras hacía cosas de casa. O viendo vídeos en internet. Y sabía cuando sacaban disco nuevo mis grupos favoritos…
Ahora ni siquiera oigo la radio (viva Rock FM!!!) en el coche, escucho un disco que nos han dado en el cole con las canciones que escuchan para aprender inglés. Y me se las canciones de Pica Pica, y lo que es peor (y siempre juré y perjuré que no haría), las de los Cantajuegos (ya está, ya lo he dicho).

 

Música

 

Salir de viaje
Sin niños se necesita poco para poder irse, aunque sea un fin de semana, fuera. Con niños se necesita mucho para poder irse, aunque sea un fin de semana, fuera.
Tienes que medir escrupulosamente tiempo de viaje, dónde y cuándo parar, hora de salida y de llegada, buscar hotel con algo de animación infantil, que no este demasiado lejos de todo, etc. Cosas que en otra época, seguramente dan igual.

 

Cuando eres padre, cambian tus hábitos de vida. Hay cosas que echas de menos. Pero aún así, ¿quién no las cambiaría por las sonrisas de esos pequeños granujas?

 

¿Qué cosas cambiaron en vuestra vida al ser padres? ¿Cómo habéis llevado esos cambios?

 

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¿Cuánto duerme un bebé de dos meses?

 

 

Los bebes se pasan la mayor parte del tiempo dormidos, o eso dicen. Si te haces a la idea de que es así, te puedes llevar sorpresas, por esperar algo que no pasa (o pasa sólo en sus primeros días de vida). Pero, ¿cuánto duerme, o debe dormir un bebé de, por ejemplo, dos meses? ¿Puede dormir la noche entera seguida?¿Pasará muchos ratos despierto por el día? Y lo más importante, ¿cuánto duermen, o deben dormir un papá y una mamá de unos mellizos de, por ejemplo, dos meses?

 
Duermen unas quince o dieciséis horas diarias en periodos de tres o cuatro horas por los noche y unas tres siestas por el día. ¿En serio? Vamos a verlo.

 
Pablo y Luis llevaban unos días con un hábito cogido. Biberón entre las dos y las tres de la madrugada. Y daba igual que el anterior fuera a las cinco y media de la tarde, que a las siete, que a las ocho. En algún caso han llegado a aguantar hasta casi siete horas sin tener hambre y pedir. Así que teníamos la duda de qué pasaría si un día tomaban el biberón a las once o doce de la noche. ¿Aguantarían las mismas seis o siete horas?¿Dormirían papá y mamá esas seis o siete horas de tirón que no tienen desde hace dos meses?

 
Hace unos días tuvieron un día raro. Lo pasaron prácticamente sin dormir más de media hora seguida desde las ocho de la mañana hasta por la noche. Así que a eso de las once y media llegó nuestro momento. Estaban muertos de sueño y tenían hambre. Un biberón calentito y a dormir muuuuuuchas horas seguidas. Los coj…!!! Durmieron mal. Se despertaron varias veces, los tuvimos que meter en la cama con nosotros (no es lo mismo colecho con 1, que con 2 o con 3)… Tomaron el siguiente biberón un poco ante de las ocho y después siguieron toda la mañana en el mismo plan que el día anterior.

 
O sea, que me río yo de lo que debe dormir un bebé normal de dos meses. Cada bebé es de su padre y de su madre. Y duerme lo que necesite dormir y cuando necesite dormir. Igual que le saldrán los dientes cuando le tengan que salir. Igual que empezará a hablar cuando tenga que empezar. E igual que empezará a andar cuando tenga que empezar.

 
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El tiempo y los agobios

Esa sensación de que no tienes tiempo para nada, de que no llegas a hacer todo lo que quieres hacer o necesitas hacer en el día. Esa sensación de que necesitas días de más horas, y que, aún así, seguirías sin llegar a todo. Esa sensación que, si lo piensas durante un momento (aunque no lo tengas), te das cuenta de que hace mucho tiempo que la tienes, aunque las circunstancias de tu vida hayan cambiado. No es la primera vez.

 

Porque cuando no tienes hijos tienes más tiempo libre. Y te buscas ocupaciones para rellenar ese tiempo. Y cuando dejas de tenerlo, aparecen las prisas y la sensación de agobio.

 

Y cuanto tienes tu primer hijo cambia tu vida. Y todo se vuelve un caos. Y te das cuenta de que necesitas más horas para poder hacerlo todo. De nuevo no tienes tiempo.

 

Y después, cuando tienes más hijos, cambia tu vida de nuevo. Y todo se vuelve más caótico todavía. Y sientes que necesitas más horas todavía para poder hacerlo todo. Y sigues sin tiempo suficiente.

 

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Pero hay alguna parte común en todas estas etapas.

 

Siempre, en todas y cada una de ellas, existe también la sensación de que esa etapa es peor que la anterior. Aunque siempre también te parece que es imposible estar más agobiado y tener menos tiempo.A lo mejor nos estamos enredando demasiado en agobiarnos. ¿Respecto a qué medimos ese agobio? ¿Con qué lo comparamos? Con la etapa anterior, claro. La mayoría de las veces no nos permitimos ni un respiro para disfrutar de lo que tenemos, no tenemos tiempo para hacerlo. Y nos perdemos muchas cosas por el camino, nos enfadamos, gritamos… En lugar de disfrutar, de VIVIR.

 

La otra parte que se repite es que siempre parece que no se puede estar peor. Pero, también pensando un poco, ¿y si tuviéramos cinco hijos y papá o mamá tuvieran, por ejemplo, una perna rota por el motivo que fuera? Siempre se puede estar peor.

 

¿Qué os parece? ¿Os habéis sentido así alguna vez? ¿Cómo lo habéis llevado?

 

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Las vacunas y la Seguridad Social

 

El viernes pasado tocaba visita al centro médico de 4 de los 5 miembros de la familia, las vacunas de los 2 meses para los mellizos, a Julia y mamá las de la varicela y visita a la matrona.

Mientras papá iba a por Julia al cole, yo llevaba a los mellizos dando un paseo. Antes pasamos por la farmacia porque no todas las vacunas son gratuitas. El importe total de las 4 de pago fue de ¡¡250 €!!

calendario vacunaciones 2016

Tuvimos que comprar Rotateq para los mellizos (protege a los niños frente a la gastroenteritis causada por la infección por rotavirus),  y 2 de Varivax (vacuna frente a la varicela) para Julia y para mi; para Julia porque nació en 2012 y cuando le tocó el turno de vacunarla ya no quedaban en las farmacias y para mí porque yo no la pasé de pequeña y deberían habérmela puesto, por lo menos después del primer embarazo, para evitar problemas futuros, pero noooo, es mucho mejor correr el riesgo de padecer la varicela incluso con la gravedad que supondría que la hubiera tenido en el embarazo de los mellizos.

La revisión previa de los mellizos fue muy bien, Pablo pesó 5,7 kg y midió 60 cm y Luis pesó 5,4 kg y midió 59.5 cm. ¡Son unos campeones!

Después a por las vacunas, todos fuimos unos valientes y lloramos lo justo (bueno, algunos más que otros, pero a falta de tetanalgesia…hicimos lo que pudimos)

Seguimos con la visita a la matrona mientras papá volvía a casa con los mellizos que ya tenían algo de hambre. Después de las preguntas de rigor, comienzo a desnudarme para revisión y citología (prueba muy apetecible para cualquier mujer…), pero ¡sorpresa!, no quedan «palitos» para hacerla.

citologia

La matrona me comenta que están faltos de material y que tendría que volver el miércoles a ver si ya hay «palitos» para poder hacer la citología. Al salir otra enfermera me dice que los guantes y gasas no llegan a fin de mes y que ellos intentan estirar el material, pero hay veces que resulta imposible.

Después de esta «citología interruptus», volví a casa con Julia. Papá estaba dándole los biberones a los bebés y nos dimos cuenta de que Luis tenía algo hinchados y rojos los párpados. Llamamos al centro de salud asustados por si alguna vacuna le estaba haciendo reacción, y nos dijeron que lo lleváramos para descartarlo. Gracias a Dios, todo quedó en un susto.

Total que desde las 11 de la mañana que salimos de casa, volví con el rubito a casa a las 3 de la tarde, con 250 € menos, un pinchazo y sin citología.

Vaya por delante que estamos a favor de vacunar a nuestros hijos aunque ello suponga un gran esfuerzo para la economía familiar, pero no puedo llegar a entender cómo es posible que tengamos que pagar tal cantidad de dinero, para prevenir unas enfermedades que suponen un gasto mucho mayor si las llegamos a padecer y nos tienen que ingresar o faltamos al trabajo por nosotros o nuestros hijos. Esto está más o menos asumido, pero que los profesionales de la salud, médicos, enfermeros, matronas…tengan que «estirar» el material, me parece indecente para ellos como trabajadores y para nosotros como usuarios.

¿Tenemos lo que nos merecemos? No sé si esto es cierto, pero creo que la única opción que nos queda es quejarnos. Mañana volveré al centro de salud con mis niños para ver si les han mandado «palitos» y pueden hacerme la citología; pediré también una hoja de reclamaciones para que «a quién corresponda» le llegue esta información.

 

 

 

 

 

 

 

Vámonos de Comunión

Ayer sábado fuimos de comunión. Los cinco. Y no fue fácil. Y mucho menos rápido.

 

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Como no queríamos andar justos, aunque estábamos despiertos un poquito antes (Pablo y Luis estaban ya en ello más o menos desde hacía unas tres horas), decidimos levantarnos a las 09:00. Un desayuno rápido y sin incidentes y nos ponemos a preparar a los mellizos para tomar el bibe. Empiezan a tomarlo a las 9:30. A ver si no tardan mucho, tienen unas decimillas de fiebre por las vacunas del día anterior, y puede que no les apetezca demasiado.

 

Todo va sobre ruedas y a las 10:00 Julia está cuidando de sus hermanitos mientras ve en la tele a su querida amiga Peppa Pig (a papá le encanta llamarla Josefa la Cerda pero por alguna extraña razón no le dejan). Al mismo tiempo, papá está fregando los biberones y haciendo las camas y mamá empieza el turno de las duchas. Después le toca a papá mientras mamá va preparando los atuendos (hay que ponerse guapos). Julia sigue cuidando de Pablo y Luis como una hermana mayor. Aquí la demostración, está superatenta a ellos, como se puede comprobar.

 

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A las 11:30 estamos ya todos limpitos. Papá empieza a vestir a Julia (cruzamos los dedos para que no se manche antes de salir), y mamá a peinarse con las planchas del pelo. Antes ha tenido que coger un rato a Pablo y llevarlo a la cuna porque lloraba. Mamá va a peinar a Julia y mientras va por el pasillo suelta un «joder» que se escucha claramente y que ya nos pararemos a analizar con más tiempo, aunque lo flipamos, claro. El siguiente paso es vestir a los mellizos (volvemos a cruzar los dedos, esta vez de los pies, para que no vomiten y se manchen). Empieza papá y acaba mamá, trabajo en equipo. Hay que coordinarse para llegar a tiempo.

 

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A las 12:20 parece que está casi todo listo. Preparamos todo lo que tenemos que llevar para los bibes de Pablo y Luis, y el paracetamol, por si acaso hay fiebre. Papá y mamá se dan los últimos retoques. Y estamos saliendo de casa a las 12:35. Increíble. ¡Puede que lleguemos a tiempo!

 

Solo queda sentar a los tres en sus sillas del coche, plegar el carro, meterlo en el maletero, que papá se quite la chaqueta que si no se cuece conduciendo, que mamá se despeine con el aire que hace… Total que arrancamos el coche a las 12:45. Un poco de suerte con el tráfico. Un poco de suerte con el aparcamiento. Un poco de suerte con que la comunión empieza tarde y… ¡Hemos llegado justo antes de que empiece!¡Conseguido!

 
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Hip hip…

Cuando Julia, recién nacida, estaba todavía en el hospital, hubo un día que empezó con el dichoso hipo. Llevaba tanto tiempo sin que se le pasara que ya nos empezamos a asustar, así que llamamos a las enfermeras. Nos tocó una que no era un ejemplo de amabilidad precisamente. «Qué pasa» dijo cuando llegó. Respondimos diciendo «que tiene hipo desde hace mucho rato y no se le quita». Con cara de enfado dijo «pues ya se le pasará». Y nos quedamos con cara de tontos mientras se iba dando un portazo. Por lo menos sirvió para no asustarnos nunca más porque nuestros hijos tengan hipo. Que tienen hipo, pues ya se les pasará, como dijo ella.

 
Lo malo de esto es que a un bebe no le puedes dar un susto para quitárselo. Lo puedes intentar, pero seguramente no se entere. De beber un vaso agua poniendo el vaso al revés ni hablamos. Así que al final, la mejor forma de evitarlo, es intentar prevenirlo. Hay varios cosas que se pueden hacer: que no mamen demasiado rápido (la teta o el bibe, es igual), mantenerlos un rato en posición vertical (incorporados) después de cada toma (para que salga del aire), no someterlos a cambios bruscos de temperatura (sí, también lo pueden provocar)…

 

Pablo y Luis tienen hipo desde que estaban dentro de la barrigocha de su mamá (igual que también lo tuvo Julia). Cuando Pablo tenía hipo a Luis le molestaba mucho y daba muchas patadas. Y ahora lo siguen teniendo bastante regularmente. veces uno y otras veces el otro, se suelen alternar. Normalmente al acabar el biberón o un poquito después. Suele durar unos diez o quince minutos, e igual que viene solo, se va solo. Ya no nos preocupa. Todo gracias a aquella «amable» enfermera. Y si no, siempre nos queda la opción de reírnos un poco con ellos. Los bebes con hipo son muy graciosos.

El hipo en los bebes es normal. Desde que están en la barriga de mamá (algunos). Va desapareciendo cuando el bebe crece y deja de ser bebé (¿alguien sabe decir cuando pasa esto exactamente?), según van madurando sus sistemas digestivo y nervioso. Lo que pasa es que a los papas y a las mamás nos preocupa que sea tan frecuente y, a veces, dure tanto. Pero como dijo la amable enfermera, «ya se le pasará».

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Es que soy celíaco

Cuando ofrecemos algo de comer a un niño (que no sea hijo nuestro o conocido), muchas veces no nos paramos a pensar en si puede tener alguna consecuencia negativa para él o no. La mayoría de las veces, y me incluyo, no preguntamos a los padres si quieren o si pueden comer lo que sea. Lo ofrecemos directamente al niño y dejamos que él decida. Pero ¿y si el niño es celíaco?¿y si tiene cualquier otra alergia?¿y si, por comer lo que le demos, luego no quiere cenar? Seguro que hay muchos niños que no saben si pueden comer o no lo que les estamos ofreciendo, y se dejan llevar simplemente por si les apetece o no. Son niños, lo más normal es que lo hagan. Sería mucho mejor para todos preguntarle primero a los padres, y, si les parece bien, luego ya que decida el niño.

 

Imagina que le ofreces a un niño algo tan simple como unos pocos de gusanitos. El niño, antes de que contesten sus padres, acepta. Ya solo hay dos opciones, que se los coma o que se coja un berrinche, así que mejor que se los coma. Al llegar a casa el niño no tiene hambre y no quiere cenar. Los padres insisten, el niño llora, los padres se enfadan… Una escena que no es nada agradable. Ahora imagina que le ofreces un alimento con gluten a un niño que es celíaco. Para que te hagas una idea, aquí puedes ver una lista de los síntomas de una intoxicación por gluten. Seguro que es menos agradable todavía que la situación anterior.

 

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Todo esto viene por lo siguiente. El otro día estuvimos con unos amigos en un parque y tienen un hijo que es celíaco. Lo saben desde hace muy poco. Pero el niño es un campeón y, cada vez que alguien le ofrece algo, él dice «es que soy celíaco». Bien por él y bien por sus padres. No se me ocurre mejor forma de evitar sustos. No se si es algo habitual entre los niños celíacos o con alergias en general, pero me parece una gran idea.

 

Así que, personalmente, yo he empezado a no ofrecer chuches, galletas, frutos secos ni nada parecido a ningún niño que no sea mío sin antes preguntar a sus padres, y que digan que sí, claro. Es lo que me gustaría que hicieran con mis hijos, así que es lo que yo hago.

 

¿Qué os parece?¿Cómo lo hacéis vosotros?¿Como os gusta que lo hagan con vuestros hijos?

Cómo hemos cambiado…

Cuando yo era pequeño, nos pasábamos casi todas las tardes en la calle jugando con los amigos del barrio. Salíamos al acabar los deberes del cole y estábamos en la calle jugando hasta la hora de cenar. Daba igual que hiciera frío o calor. Y alguna vez hasta lloviendo, aunque en verano prácticamente vivíamos en la calle. Si a alguno no le dejaban salir, íbamos los demás a buscarle. Tocabas al timbre y decías: «¿puede salir Pepito?», y Pepito, casi siempre, salía. Ahora ya casi no se ven niños jugando en la calle. Salvo en algunos barrios y en algunos parques, y no en todos. ¿Dónde están los niños entonces? Ah, ya se. En los centros comerciales, en las actividades extraescolares, o en su casa haciendo tantos y tantos y tantos deberes. Cómo ha cambiado la forma de divertirse de los niños en unos años.

 

Cuando yo era pequeño, nos metíamos en casas abandonadas y en las que estaban en obras. Saltábamos la valla del colegio si estaba cerrado para entrar a jugar al fútbol o al baloncesto. Jugábamos a los «portales a oscuras», siempre había alguien que te abría. Pasábamos tardes enteras en los salones recreativos, jugando y, sobre todo, viendo jugar. Hacíamos las porterías con dos piedras o en una cochera. Siempre había algún descampado en el que hacer la hoguera de San Juan. Nos hacíamos casetas con cartones y palos. Las peonzas eran de madera y tenían picos que podían partir a las otras por la mitad. Entrabamos a los bares cuando teníamos cinco duros a echar una máquina. Hacíamos carreras de «la vuelta a la manzana». Jugábamos al clavo. Estábamos horas y horas sentados en los portales, o en los coches (cómo quemaban en verano!!!). Hacíamos carreteras en la arena para jugar a las chapas. Guardábamos las canicas en un bote de Colacao, o en dos si jugabas bien. Nos rompíamos la garganta gritando «Pico, zorro, zaina!!!». Entrábamos a los bares a pedir un vaso de agua, y, ya de paso, chapas. Jugábamos a guardias y ladrones. Teníamos verbena en las fiestas del barrio.

 

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Cuando yo era pequeño, la vida era muy distinta. Ni mejor ni peor, pero sí muy distinta. Los años ochenta podían ser maravillosos para un chaval de barrio. En los días de invierno nunca hacía el frío suficiente para quedarse en casa, y los días de verano eran eternos. Jugar, jugar y jugar. En las calles del barrio y con los amigos del barrio.
¿Cómo fue vuestra infancia?¿Que recuerdos tenéis?¿También pasábais horas y horas jugando en la calle?

Como una diosa hindú

Hoy le he pedido permiso al «redactor jefe» para que me dejara escribir un pequeño articulo. Espero no defraudarle.

Cuando Raúl volvió a trabajar después de su permiso de paternidad, me di cuenta de que no era una mujer completa, me faltaba algún brazo más…

Me venían a la cabeza esas diosas hindúes que tiene un montón de brazos. Y claro, tenían que ser diosAs polivalentes, omnipresentes y omnipotentes. ¡eso es! ¡esto es lo que necesito!

Tener a 2 bebés a la vez puede ser realmente complicado en ocasiones. Se despiertan a la vez, o uno despierta al otro porque ya tiene mucha hambre y entonces comienza el concierto.

Intentamos cambiarles antes de cada biberón, salvo cuando hay alguna «urgencia», claro.

Pero para cambiarles no queda otra que hacerlo de uno en uno, así que empezamos cruzando los dedos para que el primero no se haga pis durante el instante que le quitas el pañal y le pones el limpio, si no… cambio de “jato”, vitaminas, suero, mocos y… ¡cambio de pareja!

Segundo participante, ya con “cojijo” del berrinche que tiene por tener que esperar, pero una vez que ocupa el cambiador la cosa cambia y se tranquiliza. Mi primera pareja tiene celos y ha vuelto a iniciar el «bel canto»; tenor, barítono…está decidiéndolo.

El bibe ya espera calentito a mis amorcitos, así que llegamos a la segunda fase del proceso.

He ido probando varios métodos para darles el bibe yo sola:

  • encima de una manta en la alfombra del salón con el cojín de lactancia (nosotros lo llamamos el elefante), pero acabo con la espalda destrozada y las piernas dormidas.
EN LA ALFOMBRA OK
Delicioso!!
  • igual al anterior pero encima de la cama, pero me sucedía prácticamente lo mismo y ellos iban escurriéndose poco a poco.
EN LA CAMA
Ummm, qué rico!!
  • en una hamaquita cada uno, es el método actual, y el menos incómodo por el momento. Lo gracioso es cuando cada uno mira para un lado y no llegas con los brazos. Pues nada, paramos, colocamos y vuelta a empezar.
en hamacas
Cómo nos hemos puesto!!

Todos los métodos se los he ido enseñando a papá para que elija su preferido y creo que de momento coincidimos en este último.

Lo malo de cualquiera de los métodos no es dar el bibe en sí, porque ya casi utilizo la mano derecha como la izquierda, sino cuando se atraganta uno de los dos, cuando tose, o termina uno y el otro sigue, y se enfada porque no le sacas los gases rapidísimo.

Fuera de bromas, es realmente complicado intentar darles de comer a los dos, sacarles los gases y esperar a que les entre sueño a la vez.

Ahí es cuando verdaderamente necesitarías 4 brazos, por lo menos. En definitiva, ser una reina hindú.

Y esto me tocaba a mí solita una o dos veces al día…ah! bueno, pero como estoy en casa, y no tengo otra cosa que hacer, no pasa nada…(sarcasmo)

Pero el otro día papá tuvo una idea maravillosa (este papi cómo mola, se merece una olaaaa!!!). Él llevaba a la nena al cole, todos los días, antes de ir a trabajar y yo me quedaba en casa dando bibes, pero hemos cambiado, y papá se queda dando ese primer bibe de la mañana y yo llevo a la hermana mayor, más contenta que unas castañuelas, a su cole.

De esta manera no me agobio tanto por tener que dar los bibes yo sola, a papá le encanta disfrutar un rato más de los mellizos y Julia disfruta con que su mamá la lleve. ¡Todos contentos!

Si tenéis otros métodos para dar el bibe a 2 bebés a la vez, seré toda oídos.

Una conversación cualquiera, en una cuna de mellizos.

– Pablo, me gusta mucho dormir contigo macho pero tienes que tranquilizarte un poco porque cuando te despiertas lloras mucho y muy fuerte y yo sé que lo que te pasa no es para tanto, eres un poco exagerado.

– Ya Luis, pero yo lo que intento es imitar a esa rubita tan mona que viene a vernos de vez en cuando y nos achucha y besa, me parece haber oído que es nuestra hermana mayor. intento imitar su intensidad de llanto, creía que se hacía así… Y pensaba que teníamos que llorar fuerte porque sino papá y mamá no iban a venir a hacernos caso. A mi también me parece que tú lloras demasiado flojito y por eso tengo que hacer yo tanto ruido, para que nos oigan y vengan.

– Pero Pablo, papá y mamá nos quieren mucho, en cuanto nos oyen, vienen, ¿no te has dado cuenta? De verdad, no hace falta ser tan escandaloso. Es que hay algunas veces que me despiertas a mí también. Y estoy tan agustito dormido… Ya te vale!

– Bueno Luis, intentaré llorar un poco más flojo. Pero tú relajate un poco también, que hay veces que te mueves como si estuvieras estresado, y se mueve la cuna entera. Vaya meneos!!!

– Hombre Pablo, no me digas eso. Es que cuando tengo hambre me pongo muy nervioso…

– Bueno Luis, tranquilo que era broma. Pero te mueves mucho!!! Y además hay veces que yo no se para qué quieres el chupete, haces unas cosas muy raras con él, para qué te lo pones ahí???

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– Cada uno lo usa para lo que quiere. No  me hables así, que aunque estés mas grande que yo me vengo arriba y… Vamos a llevarnos bien que nos queda por pasar mucho tiempo juntos. Además, yo no te digo a ti nada de como pones las manos, que las tienes siempre tan cerradas que parece que estás guardando dentro no se lo qué.

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– Venga vale, tranquilo. Oye Luis, ¿a ti te gusta como nos colocan ahora en la cuna?

– Pues sí, Pablo. Porque estábamos ya un poco justos como antes. Así, a lo ancho, tenemos más sitio y no nos damos con las manos sin querer cuando estamos dormidos, que alguna vez nos hemos despertado! Lo malo es que yo creo que pronto no cabremos tampoco así porque estamos creciendo muy rápido.

– Es verdad Luis, somos unos Campeones. Oye, ¿te has fijado en esos bichos que dan vueltas y vueltas encima nuestro mientras suena una música? No se qué tienen pero me hipnotizan. Me quedo tan agustiiitoooooo!

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– Pablo, esta noche ¿cómo hacemos? Dejamos dormir a papá y mamá, parecen cansados.
Creo que sí Luis. Lo de despertarse uno y luego dormirse y despertarse el otro lo podemos dejar para mañana. Cara guiñando un ojoCara guiñando un ojo Hoy que descansen un poco, que se lo han ganado.

– Vale Pablo. Hasta mañana. Que sueñes con biberones enoooooormes, moreno. Te quiero hermanito!

– Y tú también, rubio. Hasta mañana. Yo también te quiero!